Hoy me animé a escribir sobre la
violencia que he vivido a lo largo de mi vida. Nunca me había dado cuenta de
cuántas personas me han violentado de diferente manera.
Hasta que comencé a ir a terapia, me
di cuenta de todo lo que he permitido.
La violencia hacia nosotras empieza
desde que somos pequeñas. Cuando empecé a ir a clases de regularización de
física (siempre he sido pésima para eso), mi maestro me miraba rarísimo,
siempre quería que me sentara junto a él. A mí me gustaba un chico y yo le
gustaba a él, el maestro se dio cuenta y cada que había un tiempo libre,
platicábamos y el profe lo mandaba del otro lado del salón y lo regañaba, así
siempre. Nunca me di cuenta.
La primera vez que me toquetearon en
el metro, tenía 11 años y esa experiencia me dejó traumada mucho tiempo. Me
daba pavor subirme a cualquier transporte público.
Luego tuve una relación muy tóxica,
con alguien mayor que yo, a quien no le importaba ponerme el cuerno y decirme.
Yo pensaba: “es músico, se vale”, “ya sabía a lo que me enfrentaba”. Pero no,
no merecía esa violencia emocional.
Después tuve una relación increíble,
todo comenzó color de rosa. Hasta que, pasado el tiempo, comenzaron las
humillaciones, los “no quiero que vayas conmigo”, los “ya te vi muchos días
esta semana”, “me atosigas”, después fueron subiendo de tono hasta decirme “estúpida”,
“qué hábil eres (con todo sarcástico)” y a pesar de que yo le decía que me
hacía sentir mal, él sólo me contestaba “pues no te sientas así”. Salir con él
sólo cuando él tenía ganas.
Siempre lloraba, pero no podía
dejarlo ir. Cuando quería hablarle de los problemas de la relación, al final
comenzaba a ignorarme, diciéndome que “ya vas a empezar con lo mismo” y así, me
quedaba hablando sola.
Dos veces me empujó. Pero él me dijo “ni
fue fuerte”.
¿Qué hacía yo?, lo justificaba. “Sí,
soy muy insistente”, “mis problemas no son tan grandes como para molestarlo”, “estaba
de malas”. Pero no. No debemos permitir que esos micromachismos sigan. Dejemos
de verlo normal, dejemos de justificar esas acciones.
En los trabajos te hacen menos por
ser mujer. Tuve dos reporteros a mi cargo que eran más chicos que yo. Nunca me
tomaban enserio, le creían más al jefe de información, ni siquiera a la
directora editorial.
En las conferencias de prensa fui
acosada. En los conciertos. En el transporte. En la escuela. En la calle.
Este tipo de violencia está muy
normalizada, los hombres nos tratan así creyendo que es normal, que no pasa
nada. Pero sí pasa.
Muchos creen que porque no nos pegan,
no nos están violentando. No se dan cuenta que violentan nuestra alma y quieren meterse con lo que somos.
No permitamos los malos tratos. Hoy
no es para felicitarnos, es para que se den cuenta de lo que vivimos sólo por
ser mujeres.
No nos feliciten, respétennos.